El papa Francisco acudió este jueves a la prisión femenina de Roma para celebrar la misa del Jueves Santo y, desde su silla de ruedas, lavó los pies a 12 reclusas, una tradición con la que imita a Jesús con sus discípulos en la Última Cena.
Las 12 mujeres, muchas de ellas visiblemente emocionadas o
llorando, se subieron a una plataforma y el pontífice pasó por delante de
ellas, con un mandil blanco y llevado en su silla de ruedas por sus conocidos
problemas de movilidad, para lavar y luego besar sus pies.
Previamente había improvisado una breve homilía centrada en
el perdón, pero no la leyó, como suele hacer (en el último mes a menudo ha
renunciado a leer discursos por un problema respiratorio que arrastra tras una
gripe, según ha explicado él mismo).
«Todos tenemos pequeños o grandes fracasos, todos tenemos
una historia, pero el Señor nos espera siempre con los brazos abiertos y no se
cansa nunca de perdonar», afirmó en una carpa en el patio de la cárcel, ante
las presas y el personal de la institución.
Francisco explicó que en este Jueves Santo, cuando se
conmemora la última noche antes de la Pasión de Cristo, Jesús hizo entender,
lavando los pies a sus discípulos, que «había venido para servir y no para ser
servido».
«Jesús perdona todo, Jesús perdona siempre, solo espera que
nosotros pidamos perdón», sostuvo.
El pontífice argentino explicó a las reas que una vez «una
anciana sabia y de pueblo» le dijo que «Jesús nunca se cansa de perdonar sino
que —dijo— somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón».
«Ahora haremos lo mismo que hizo Jesús, lavar los pies, que
es un gesto que llama la atención sobre la vocación del servicio. Pidamos al
Señor que haga crecer en todos nosotros la vocación del servicio», explicó,
para después proceder a imitar a Cristo.
El Papa llegó a la cárcel, la mayor femenina de las cuatro de todo el país, en torno a las 16:00 horas locales (15:00 GMT) y en su patio le acogieron decenas de mujeres, algunas de las más de 300 presas, que besaron sus manos y le ovacionaron.
De este modo Francisco continúa con una tradición iniciada
con su pontificado, en 2013, la de no celebrar la misa de Jueves Santo en la
catedral romana, la basílica de San Juan de Letrán, sino en los lugares de
sufrimiento en la sociedad moderna.
En sus 11 años de pontificado ha celebrado la misa «In Coena
Domini» generalmente en cárceles, pero también en centros de acogida para
refugiados, en correccionales de menores o en residencias, con los enfermos.
Esta mañana el pontífice argentino abrió los ritos del
Triduo Pascual de la Semana Santa en la basílica de San Pedro del Vaticano con
la misa crismal, en la que se conmemora la institución del sacramento del orden
sacerdotal.
En las últimas semanas a menudo se ha visto obligado a
renunciar a la lectura de sus discursos debido a una gripe pero este jueves
leyó su homilía con normalidad y el viernes se espera que acuda al Coliseo
Romano para presidir el Vía Crucis de Viernes Santo, que por primera vez
contará con unas meditaciones redactadas por él mismo.